domingo, 19 de diciembre de 2010

Sí, Virginia: existe Santa Claus.

Como en años anteriores, traigo de nuevo la famosa página editorial del New York Sun, 1897.

Nos complacemos en contestar la carta que más abajo transcribimos, expresando, al mismo tiempo, nuestro reconocimiento por el hecho de que su autora se encuentre entre los amigos del Sun:

Señor director:

Tengo 8 años. Algunos de mis amigos dicen que Santa Claus no existe. Papá dice, ‘Si lo dice el Sun, es así’. Por favor, dígame la verdad, ¿existe Santa Claus?


V
irginia O'Hanlon


Virginia, tus pequeños amigos están equivocados. Les ha afectado el escepticismo de una era escéptica. No creen más que lo que ven. Creen que no puede existir nada que no sea captado por sus mentes pequeñas.
Todas las mentes, Virginia, sean de hombres o de niños, son pequeñas. En este gran universo nuestro, el hombre es simplemente un insecto, una hormiga en lo que a su intelecto se refiere, comparado con el mundo sin límites que lo rodea, comparado con la inteligencia capaz de abarcar la verdad y el conocimiento totales.
Sí, Virginia, existe Santa Claus. Tan cierto que existe como existe el amor y la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstos abundan y le dan a tu vida los may­o­res encantos y alegrías. ¡Dios, qué triste sería el mundo si Santa Claus no existiera! Sería tan triste como si no existieran Virginias. No existiría la fe infantil, ni la poesía, ni el romance para hacer esta existencia tolerable. No tendríamos alegría, excepto en los sentidos y en la vista. La luz con la cual la infancia llena el mundo se habría extinguido.
¡No creer en Santa Claus! Podrías del mismo modo no creer en las hadas. Podrías conseguir que tu padre contratara hombres que revisaran todas las chimeneas la noche de Navidad para atrapar a Santa Claus, pero, aun si no vieras a Santa Claus bajando por la chimenea, ¿qué probaría esto? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no significa que Santa Claus no exista. Las cosas más reales en el mundo son aquellas que ni los niños ni los hombres pueden ver. ¿Has visto tú alguna vez a las hadas danzando sobre el césped? Claro que no, pero eso no es prueba de que no estén allí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no son ni vistas, ni visibles en el mundo.
Si rompes el sonajero de un niño podrás ver qué es lo que produce el ruido en su interior, pero hay un velo cubriendo el mundo invisible que no puede ser roto ni por el hombre más fuerte ni por la unión de la fuerza de todos los hombres más fuertes que hayan existido. Sólo la fe, la poesía, el amor, el romance pueden levantar ese velo y contemplar y describir la gloria y la belleza suprema que hay detrás. ¿Es eso real? Ah, Virginia, en todo el mundo no hay nada que sea más real y permanente. ¡Que no existe Santa Claus! Gracias a Dios, existe y existirá siempre. Dentro de mil años, Virginia, no, dentro de diez veces diez mil años, continuará haciendo feliz el corazón de los niños.

En otoño de 1897 Virginia O’Hanlon, de ocho años, le preguntó a su padre si realmente existía Santa Claus y éste aconsejó a su hija preguntarselo al Sun. Muchos años después la misma Virginia relató los sucesos:
“Por supuesto que yo creía en Santa Claus, nunca me había defraudado. Pero cuando otros niños menos afortunados me dijeron que Santa Claus no existía, dudé y le pregunté a mi padre. Era costumbre en nuestra familia escribir a la columna de Preguntas y Respuestas del periódico The Sun cuando surgía cualquier duda respecto de cómo pronunciar una palabra o se cuestionaba un hecho histórico. Mi padre decía siempre: ‘si lo dice el Sun, es así’, y esto zanjaba la cuestión.
"Bien, voy a escribir al Sun y averiguar la verdad", le dije a mi padre.

"El me respondió: ‘Hazlo, Virginia. Estoy seguro que el Sun te dará la respuesta correcta, como lo hace siempre’.
Así que Virginia escribió al Sun, siguiendo el consejo de su padre.

Su carta llegó a manos de un editorialista veterano, Francis P. Church, reportero del New York Times durante la guerra civil americana que por aquel entonces llevaba 20 años trabajando en el New York Sun escribiendo los editoriales de manera anónima. Church, cuyo lema personal era "Esfuérzate por limpiar tu mente de hipocresías", se encontró con la responsabilidad de responder la carta de Virginia y supo que no podía evitar la pregunta. Debía contestar, y debía contestar honestamente. Su respuesta es uno de los editoriales más memorables de la historia del periodismo.

¡Feliz Navidad!









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