El tulipán fue introducido en los Países Bajos en 1559, procedente de Turquía. A lo largo del siglo XVII los bulbos de tulipán fueron objeto de una fiebre especulativa alcanzando precios desorbitados y dando lugar a una gran burbuja económica y a una crisis financiera. A este proceso de euforia especulativa que se produjo en los Países Bajos en el siglo XVII se le conoce como la tulipomanía y constituye uno de los primeros fenómenos especulativos de masas de los que se tiene noticia. Leemos en la Wikipedia que
en la década de los años veinte del siglo XVII el precio del tulipán comenzó a crecer a gran velocidad. Se conservan registros de ventas absurdas: lujosas mansiones a cambio de un sólo bulbo, o flores vendidas a cambio del salario de quince años de un artesano bien pagado. En 1623 un sólo bulbo podía llegar a valer 1.000 florines neerlandeses: una persona normal en Holanda tenía unos ingresos medios anuales de 150 florines. Durante la década de 1630 parecía que el precio de los bulbos crecía ilimitadamente y todo el país invirtió cuanto tenía en el comercio especulativo de tulipanes. Los beneficios llegaron al 500%.Pero finalmente lo que tenía que pasar, pasó:
En 1635 se vendieron 40 bulbos por 100.000 florines. A efectos de comparación, una tonelada de mantequilla costaba 100 florines, y ocho cerdos 240 florines. Un bulbo de tulipán llegó a ser vendido por el precio equivalente a 24 toneladas de trigo. El record de venta lo batió el Semper Augustus: 6.000 florines por un sólo bulbo, en Haarlem.
En 1636 se declaró una epidemia de peste bubónica que diezmó a la población holandesa. La falta de mano de obra multiplicó aún más los precios, y se generó un irresistible mercado alcista. Tal fue la fiebre, que se creó un mercado de futuros, a partir de bulbos aún no recolectados.
En 1637, el 5 de febrero, un lote de 99 tulipanes de gran rareza se vendió por 90.000 florines: fue la última gran venta de tulipanes. Al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo por 1.250 florines sin encontrarse comprador. Entonces la burbuja estalló. Los precios comenzaron a caer en picado y no hubo manera de recuperar la inversión: todo el mundo vendía y nadie compraba. Se habían comprometido enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada. Las bancarrotas se sucedieron y golpearon a todas las clases sociales. La falta de garantías de ese curioso mercado financiero, la imposibilidad de hacer frente a los contratos y el pánico llevaron a la economía holandesa a la quiebra.El relato de estos acontecimientos se lo debemos al escocés Charles Mackay, que lo reflejó en su libro "Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes" (Memoirs of Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds, 1848). Por supuesto que estamos hablando del siglo XVII, y se ha aprendido mucho desde entonces. Esta situación apenas se ha repetido unas pocas veces más. Claro que tenemos el crash de la compañía de los Mares del Sur y el de la Mississippi Company en 1720, la manía del ferrocarril en torno a 1840, la burbuja especulativa de la construcción de Florida en 1926, las Nifty Fifty americanas entre 1960 y 1970, la burbuja del Poseidon en 1970, o la explosión de precios Japoneses en los 80, sin olvidarnos de las recientes crisis de las puntocom a finales de los noventa, o de la crisis financiera asiática de 1997. También tenemos curiosas y simpáticas anécdotas en torno a los cromos, comics, juguetes y sellos.
Con todo este imponente bagaje cultural, intelectual, emocional e incluso artístico, estamos perfectamente preparados para afrontar los trallazos de la burbuja inmobiliaria en sus distintas modalidades. Por eso cuando el presidente de la Asociación de Promotores y Constructores de España dijo anteayer que "el precio de la vivienda nueva no bajará más porque ya lo ha hecho en varias ocasiones y porque no puede hacerlo de forma sistemática" y añadió seguidamente "que nadie espere que los pisos bajen un 30% ó un 40%, antes se los regalo al banco" lo que oimos es la sabia y vieja voz de la experiencia, curtida en una y mil batallas, todas libradas por el interés general de los consumidores. Además, como me dijo un conocido (como me dijeron varios, de hecho) los precios de la vivienda nunca caerán, sino que aterrizarán suavemente.
Por cierto, tres siglos después Holanda sigue siendo el principal país productor de bulbos de tulipán del mundo.
Fuente: Wikipedia. Ilustración de GeekandPoke. Gracias por venir. Si te interesó el post puedes apuntarte a través del correo electrónico o por medio del feed RSS (más acerca del RSS).
1 comentario:
"Otra razón es la psicología del productor. Parece ser un tópico que el dinero sólo es útil porque puede cambiarse por mercancías, y, sin embargo, hay pocas personas para las que esto sea cierto, tanto emocional como racionalmente. En casi todas las transacciones, el vendedor queda más satisfecho que el comprador. Si compráis un par de zapatos, todo el aparato de la venta se descarga sobre vosotros, y el vendedor de los zapatos se siente como si hubiera obtenido una pequeña victoria (...) La causa psicológica última de nuestra preferencia por el vender sobre el comprar es que preferimos el poder al placer..." Russell "Elogio de la ociosidad".
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